A veinte años de los atentados del 11S: ¿Triunfó la guerra contra el terror?
Hubo un antes y un después de esa jornada. A partir de las 08.46 de la mañana del martes 11 de septiembre de 2001 el mundo cambió para siempre. La seguridad nacional de los Estados Unidos fue vulnerada estrepitosamente al sufrir en esa fatídica fecha el peor ataque de su historia en territorio norteamericano. ¿El responsable máximo de que sucediera este hito tan aberrante? El saudí Osama Bin Laden, hijo de un mega magnate del rubro de la construcción y líder de Al Qaeda, que pasó a ser el enemigo público Nro. 1 de la Nación más poderosa del mundo. La estabilidad de las dos edificaciones más emblemáticas de la localidad más poblada de ese país ya había sido puesta en jaque el 26 de febrero de 1993, cuando el paquistaní Ramzi Yousef aparcó un coche bomba con 680 kilogramos de explosivos en el estacionamiento subterráneo del núcleo financiero a nivel global que al activarse se cobró la vida de seis personas y dejó cientos de heridos. Sin embargo, a pesar de este intento por destruirlas, Las Twin Towers no cedieron, pero esta fue una premonición de lo que ocurriría unos ocho años después.
Era un día como cualquier otro en la ciudad de New York. Todo transcurría con normalidad. La gente iba a trabajar en una mañana que mostraba un cielo impoluto y una temperatura ideal. Hasta que catorce minutos antes de que el reloj marcase las nueve horas, un avión se estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center, entre los pisos 93 y 99. El estupor y la incredulidad invadió a los transeúntes que miraban atónitos hacia arriba, y los medios comenzaban a brindar información sobre lo que supuestamente parecía un accidente en el corazón del Bajo Manhattan. Diecisiete minutos más tarde, un segunda aeronave impactó contra la Torre Sur entre las plantas 77 y 85. Esta segunda colisión fue transmitida en vivo por todas las cadenas de televisión. El pánico invadió las calles de la Gran Manzana.
Diecinueve terroristas distribuidos
en cuatro vuelos comerciales llevaron a cabo el plan ideado por el
paquistaní Khalid Sheikh Mohammed, el ideólogo del 11S. La mayoría
de los individuos que perpetraron el atentado eran de origen saudita. Los
cabecillas de los cuatro grupos en los que se dividieron los secuestradores
provenían de la denominada Célula de Hamburgo: el egipcio Mohammed Atta (vuelo
11 de American Airlines que despegó del Aeropuerto Internacional de Logan en
Boston y que chocó contra la Torre Norte del Centro Internacional de Comercio), Hani Hanjour (vuelo 77 de United Airlines que partió del
Aeropuerto Internacional de Dulles en Washington D.C. y se incrustó contra una
de las paredes del Pentágono -el yemení Ramzi Binalshibh iba a ser el secuestrador encargado de pilotar el Boeing 757 pero su visa fue denegada para entrar a los Estados Unidos, y su lugar fue ocupado por el terrorista de origen saudí-, el libanés Ziad Jarrah (vuelo 93 de United
Airlines proveniente de Newark, New Jersey, que cayó en Shanksville, en las afueras de Pennsylvania por el
accionar de los pasajeros que impidieron que el avión se dirigiese hacia el
Capitolio o la Casa Blanca, aunque otras versiones indican que la aeronave fue
derribada por la Fuerza Aérea estadounidense), y el emiratí Marwan al-Shehhi
(vuelo 175 de United Airlines que también salió de Boston, Massachussets, y que impactó contra la Torre Sur).
Este acontecimiento produjo que el republicano George Walker Bush, el Presidente de los Estados Unidos en ese entonces, lanzara una campaña para combatir el terrorismo y, un mes más tarde de los atentados que conmocionaron al mundo entero, las tropas norteamericanas invadieron Afganistán en busca del fugitivo Osama Bin Laden. Estuvieron cerca de atraparlo en las cuevas laberínticas de la zona montañosa de Tora Bora, pero el saudí pudo escaparse hacia el este, al vecino país de Pakistán.
Dos años después, el Gobierno de Bush hijo también decidió desplegar una enorme cantidad de soldados en territorio iraquí para ponerle fin a la longeva tiranía del dictador Saddam Hussein con la intención de colocar un gobierno democrático afín a sus propósitos en ese terreno estratégico en el cual florecieron las primeras civilizaciones conocidas. Jamás se encontraron las armas de destrucción masiva en ningún rincón de Irak que en teoría fomentó la campaña militar en la región de la Medialuna chiita de Oriente Medio.
Saddam Hussein fue capturado y sentenciado a muerte en noviembre de 2006 y ejecutado en diciembre de ese mismo año, y Osama Bin Laden fue ultimado en la madrugada del 1 de mayo de 2011 en Abbottabad, locación situada al norte de Islamabad, la capital de Pakistán, en una maniobra furtiva llevada a cabo por los Navy SEALs que llevó el nombre de Operación Tridente de Neptuno para la caza de Gerónimo, monitoreada por Barack Obama y por el entorno más cercano de su Gabinete desde la Sala de Crisis de la Casa Blanca.
Sin embargo, la llamada "Guerra contra el Terror" no logró los resultados deseados en el largo plazo. Los Estados Unidos no han podido frenar el accionar de grupos que son fieles representantes del extremismo musulmán. Por citar algunos casos, podemos mencionar la gestación del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS por su sigla en inglés), movimiento yihadista fundamentalista constituido por Abu Bakr Al-Baghdadi que instaló el Califato en julio de 2014 con capital en Al Raqa y que se esparció tanto en Siria como en Irak, llevó adelante una gran cantidad de atrocidades (por ejemplo, decapitaciones en serie y mutilaciones a prisioneros occidentales). Este protoestado se abastecía con recursos económicos a través del contratabando de petróleo, opiáceos y piezas de arte, y reclutaba "mártires" por medio de un excelente manejo de las tecnologías modernas como lo son las redes sociales y de los medios de comunicación. A su vez, se consolidó la vigencia en Oriente Medio de Hezbollah, organización terrorista libanesa con capitalización de la República Islámica de Irán, y que se constituyó como un partido político en el Líbano para presentarse a elecciones y formar parte del gobierno con sede en Beirut, recrudecieron las agresiones en contra del Estado de Israel, aliado de los EUA, por parte de movilizaciones anti sionistas como Hamas en Palestina y el propio Hezbollah, y la reciente vuelta al poder en Afganistán de los talibán, un movimiento fundamentalista que nació luego de la retirada soviética del suelo afgano en 1988 causada por la resistencia de los muyahidines -guerreros santos del Islam-, apoyados en gran parte por la CIA, tras la invasión del Ejército Rojo iniciada a fines de 1979 y que propició la creación de esta facción insurgente fundada por el gulá Muhammad Omar que le dio refugio a Bin Laden cuando huyó de Sudán y que estuvo a cargo de los destinos de Kabul entre 1996 y 2001 con la implementación del régimen bautizado como el Emirato Islámico de Afganistán, son claras señales de que la influencia de estas organizaciones musulmanas que tienen un modo visceral de imponer sus ideas es cada vez mayor.
Por otra parte, los ataques perpetrados por los llamados "lobos solitarios" (terroristas que actúan por su propia cuenta en nombre del Islam) en Madrid, Londres y París, por ejemplo, también han sido motivo de preocupación constante por parte de la nación de América del Norte y sus aliados de la OTAN.
Y por si esto fuera poco, al colocar el foco de atención en intentar desarticular estas redes terroristas, los Estados Unidos de América descuidaron el interés que deberían haber ponderado en la República Popular China, su principal rival comercial, económico y político tras la finalización de la Guerra Fría con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), y que tuvo un crecimiento exponencial, sobre todo a partir de este nuevo milenio.
La lucha contra el terrorismo demandó billones de dólares desde 2001 a la actualidad. No obstante, el radicalismo islámico continúa ganando adeptos y no solo en los países de origen musulmán. Al parecer, este tipo de redes que pregonan el fanatismo religioso canalizado en la necesidad de una Guerra Santa o "Yihad" contra los enemigos de las enseñanzas divulgadas por el profeta Mahoma y sus sucesores están muy lejos de evaporarse. Desde aquel día en el que Estados Unidos vivió en carne propia el golpe más devastador de su existencia desde la época de las batallas por su independencia, nadie más pudo volver a creer que la seguridad nacional podría ser totalmente inquebrantable si el estado más militarizado de la Tierra y el que le proporciona toneladas y toneladas de billetes a su presupuesto en materia de armamento bélico y de defensa, no consiguió hacerle frente a la ofensiva impulsada a través de la Operación Aviones, el plan mortífero y siniestro ideado por Osama Bin Laden y Khalid Sheikh Mohammed que le costó la vida a unos 2.996 seres humanos (contando a los 19 terroristas). A partir de allí, el control se transformó en una ilusión...
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