A treinta y dos años de la Guerra del Golfo

 

 El 2 de agosto de 1990, el dictador Saddam Hussein tomó la decisión de invadir Kuwait con el propósito de tener el control del petróleo en la región y de esta manera manejar a su antojo los precios de los hidrocarburos. Por orden del líder del partido Baaz, las numerosas tropas iraquíes cruzaron la frontera en la madrugada de ese día jueves y en pocas horas consiguieron neutralizar la poca resistencia ofrecida por las fuerzas armadas del pequeño emirato vecino, que a pesar de ser un país con menos de un millón de habitantes poseía nada más y nada menos que el diez por ciento del crudo a nivel mundial.
 Irak, que había atravesado una encarnizada guerra con la República Islámica de Irán que duró ocho años, era considerado un estado amigo de los Estados Unidos en el Medio Oriente por el hecho de haberse enfrentado al régimen fundamentalista de los ayatollahs. Sin embargo, la decisión de entrometerse en el territorio kuwaití y la posible amenaza de avanzar hacia el reino de Arabia Saudita, el primer productor de crudo del planeta, provocó que la potencia norteamericana se volcara en su contra, desencadenando lo que se conocería como la Guerra del Golfo. Luego de la ayuda prometida por el ex Presidente George W. Bush al monarca Fahd biz Abdulaziz, una gran cantidad de soldados del Ejército estadounidenses y de otras naciones que conformaron la coalición para combatir a los invasores iraquíes a través de las operaciones denominadas "Escudo del Desierto" y "Tormenta del Desierto" se apostaron en el yermo saudí desde el 7 de agosto, fecha que cobraría una particular trascendencia con el correr de los años.


 Si bien las tropas norteamericanas y sus aliados pudieron expulsar a los combatientes iraquíes, no pudieron derrocar a Hussein, que permaneció en el poder hasta el 2003, año en el que los Estados Unidos volvieron a coordinar acciones militares en Afganistán y en esa región de Oriente Medio por causa de los atentados cometidos contra las Torres Gemelas y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001.
 El despliegue de los norteamericanos en Arabia Saudita en el comienzo de la última década del siglo XX, tierra en la que se encuentra los dos lugares más sagrados del Islam como lo son La Meca y Medina, desató la furia de Osama Bin Laden, creador de la red terrorista Al Qaeda. El máximo responsable de los sucesos acontecidos el 11 S, que fue desterrado de su tierra natal a Sudán por proclamar la deposición del rey Fahd, se mantuvo activo y contribuyó con los terribles ataques que sufrieron los estadounidenses el 26 de febrero de 1993 en el World Trade Center de New York -donde murieron seis personas en lo que fue el primer golpe asestado contra las Torres Gemelas planeado por el pakistaní Ramzi Yousef-, en Somalia el 3 de octubre de 1993 -la caída del Black Hawk-, en Kenia y en Tanzania el 7 de agosto de 1998 -detonación de bombas en las embajadas de EE.UU. en esos países- y en Yemen el 12 de octubre de 2000 -contra el acorazado USS Cole anclado en el puerto yemení-.
 Poco más de diez años le tomó al Gobierno de los Estados Unidos encontrar al perpetrador de los atentados del 11 S. Bin Laden fue abatido por un comando táctico de marines el 1 de mayo de 2011 en Abbottabad, Pakistán. Antes de ello, el 30 de diciembre de 2006, el tirano Saddam Hussein fue llevado a la horca, hecho que puso fin a una etapa de despotismo en Irak que había arrancado en 1979.
 Hace pocas horas, Joe Biden anunció desde la Casa Blanca que un ataque llevado a cabo por un avión no tripulado de las fuerzas armadas en Kabul acabó con la vida de Aymán Al Zawahiri, el cirujano egipcio que había quedado a cargo de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden. Quien fuera el cabecilla de la Yihad Islámica Egipcia fue alcanzado por los misiles hellfire disparados por la aeronave en la residencia que tenía este en la capital de Afganistán. Este acontecimiento se da después de once meses de la retirada de los militares norteamericanos del territorio afgano, que en agosto del año pasado volvió a ser controlado por los talibanes, que nuevamente impusieron un régimen autoritario y cercenador de los derechos humanos.

    Osama Bin Laden y Ayman Al Zawahiri, los cerebros de Al Qaeda.




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