Siguen haciendo todo lo que está mal. ¿Son o se hacen?

 

Daniel Ortega reasumió como Presidente de Nicaragua, y estuvo acompañado por Mohsen Rezai, uno de los iraníes buscados por la Justicia Argentina por el atentado a la AMIA en 1994. Foto: www.infobae.com.

Mientras el Presidente se la pasa difamando a la Corte Suprema de Justicia y haciendo un escarnio público sobre la gestión de Cambiemos comandada por Mauricio Macri que contrajo un crédito stand by con el Fondo Monetario Internacional en 2018 por 44.000 millones de dólares, y del que aún no se ha podido llegar un acuerdo entre el organismo multilateral y el gobierno argentino, ayer sucedió un hecho tan insólito como aberrante, en donde hubo una notoria complicidad por parte del Estado Nacional, que se mantiene alineado con potencias extranjeras que suscitan un gran desprecio por la valoración de los Derechos Humanos como China, Cuba, Irán, Nicaragua y Venezuela. Toda una señal más que explícita e inconstratable.

Ayer por la noche en la ciudad de Managua, Daniel Ortega juraba como mandatario de Nicaragua por cuarta vez consecutiva (lleva cinco períodos al frente del país al contar la primera vez que se hizo cargo de la primera magistratura en 1985 posteriormente al derrocamiento de otro dictador, Anastacio Somoza). También juró como Vicepresidente su esposa, Rosario Murillo.

Lo llamativo del acto fue la presencia de ciertas personalidades que se encuentran sancionados por los Estados Unidos como así también por la Unión Europea por la violación sistemática de los DDHH en sus respectivos países. Ellos son los presidentes de Cuba, Miguel Díaz-Canel, de Honduras, Juan Orlando Hernández, y de Venezuela, Nicolás Maduro. Pero entre ellos surgió una figura que genera cierto repudio en la sociedad argentina. Se trata de Mohsen Rezai, un ex comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán que arribó a la nación centroamericana en representación de la teocracia chiita que domina el territorio persa desde 1979.

Alberto Fernández y Santiago Cafiero no se percataron de que uno de los autores ideológicos del ataque a la AMIA en 1994 asistiría a la reasunción de Daniel Ortega como Presidente de Nicaragua por cuarta vez consecutiva. Foto: Buenos Aires Times.

Mateo Daniel Capitanich, hermano del Gobernador de la Provincia de Chaco, Jorge Capitanich, y Embajador argentino en Nicaragua, jamás tomó conocimiento durante la ceremonia de investudura presidencial del líder del régimen sandinista de que Rezai es uno de los iraníes sobre los que pesa una alerta roja de Interpol emitida en conformidad con lo requerido por la Justicia Argentina ya que es acusado de ser uno de los autores intelectuales del escalofriante y sangriento atentado perpetrado el 18 de julio de 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que dejó ochenta y cinco víctimas fatales, cientos de heridos y familias destruidas que llevan más de 27 años de sufrimiento por la impunidad que invade la investigación sobre este hecho atroz.

A pesar de que el Gobierno de nuestro país manifestó públicamente a mediados del año pasado su repudio cuando Mohsen Rezai asumió como vicepresidente de Asuntos Económicos de la República Islámica de Irán bajo del mando de Ebrahim Raisi -lo mismo hizo con el caso de Ahmad Vahidi, otro de los implicados en el atentado a la AMIA que fue nominado en un cargo ministerial del régimen de los ayatollahs-, y de que predicó un culto irrestricto por la defensa de los Derechos Humanos, parece ser que Alberto Fernández y su Canciller, Santiago Cafiero, no le dieron relevancia a este asunto, lo que denosta un acto descarado y miserable en perjuicio de quienes aún buscan incesantemente que se esclarezca el peor episodio terrorista que se registró en nuestro suelo.

Si todo esto sigue así y las autoridades argentinas no hacen nada al respecto, la futura partida de Rezai hacia Teherán, la capital de su tierra natal, posiblemente se de sin ningún tipo de inconvenientes, y ello terminará de simbolizar un insulto y una falta de respeto inconmensurable hacia la memoria de los que perdieron la vida aquel 18 de julio de 1994 por obra de un plan macabro en el que este siniestro ser que acompañó al embajador Capitanich en la ceremonia de la designación de Ortega como Presidente nicaragüense por cuarta vez consecutiva tuvo una marcada influencia que lo convierte en unos de los máximos responsables del feroz y sanguinario ataque a la sede judía ubicada en la calle Pasteur de la Ciudad de Buenos Aires hace ya más de un cuarto de siglo.

Otro capítulo lamentable y nefasto que sella este Gobierno populista. Ya lo dice el refrán: "Dime con quién andas, y te diré quién eres..."

(*) Asociación Democrática y Defensora de la Justicia.

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